En medio de una desaceleración económica global que preocupa a expertos, el desempleo sorprende al situarse en sus niveles más bajos de la historia. Las cifras de 2024 revelan una tasa promedio del 5% a nivel mundial, un logro que rompe barreras y genera reflexión sobre las fuerzas que han impulsado esta notable mejora. Este contexto ofrece una oportunidad única para analizar las causas, celebrar avances y enfrentar retos pendientes.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reportó un mínimo histórico del 5% en la tasa de desempleo mundial durante 2024, nivel nunca antes visto desde que comenzó el registro en 1991. A pesar de una ligera desaceleración del crecimiento global —del 3,3% en 2023 al 3,2% en 2024—, los impactos en el mercado laboral han sido positivos, desafiando expectativas y mostrando la resiliencia del mercado laboral.
Las proyecciones para 2025 mantienen la tasa en torno al 5%, y se anticipa un descenso al 4,9% en 2026. Estos datos sugieren no solo una recuperación efectiva tras los choques recientes, sino también una adaptación de las economías avanzadas para absorber choques externos y promover el empleo de manera sostenida.
Varios elementos han convergido para lograr estos niveles de desempleo históricamente bajos. Desde políticas fiscales expansivas hasta estímulos monetarios coordinados, los gobiernos han jugado un papel protagónico. Además, la transformación digital acelerada tras la pandemia ha generado oportunidades en sectores tecnológicos y servicios avanzados.
El retorno progresivo a la normalidad también ha reactivado industrias como la hostelería, el turismo y el transporte, que generaron millones de empleos tras flexibilizarse restricciones. A su vez, la modernización de cadenas de suministro y el comercio digital han ampliado la demanda de perfiles especializados.
Aunque las cifras agregadas son alentadoras, persisten brechas importantes. El desempleo juvenil se mantiene en torno al 12,6% mundial, reflejando dificultades para que los jóvenes accedan a trabajos de calidad. Asimismo, las mujeres siguen enfrentando barreras de género en la contratación y promoción.
Estos desequilibrios señalan que la crisis del empleo no está completamente superada. Muchos trabajadores permanecen en empleos precarios o con ingresos insuficientes, y la informalidad ha vuelto a niveles previos a la pandemia en varios países en desarrollo.
Un vistazo al pasado ayuda a dimensionar el logro actual. La tasa de desempleo en Estados Unidos alcanzó un pico del 14,9% en abril de 2020, mientras que su récord mínimo fue del 2,5% en mayo de 1953. Por su parte, la Unión Europea tocó un máximo del 11,7% en enero de 2013 y promedió un 8,7% desde el año 2000.
Estos datos muestran la magnitud del avance: economías que hace unos años luchaban por contener el desempleo ahora se encuentran en niveles considerados casi de pleno empleo.
La adopción masiva del teletrabajo y modelos híbridos ha redefinido el paisaje laboral. Empresas y trabajadores han descubierto beneficios en la flexibilidad, la reducción de costes y el aumento de la productividad. A su vez, la automatización impulsa la demanda de habilidades especializadas en programación, robótica y análisis de datos.
La migración interna y global también se reconfigura. Mientras grandes ciudades tecnológicas reducen sus tasas de paro gracias a la concentración de talento y capital, otras regiones buscan atraer inversión mediante incentivos y proyectos de regeneración urbana.
Los pronósticos de la OIT indican que las tasas de desempleo se mantendrán estables en 2025 y cederán ligeramente en 2026. Sin embargo, existen riesgos latentes como tensiones geopolíticas, alza de costes energéticos y choques climáticos que podrían alterar este escenario.
La clave residirá en un liderazgo adaptativo de gobiernos y empresas que equilibre crecimiento económico, innovación y justicia social. Las lecciones aprendidas deben traducirse en políticas sostenibles y programas de capacitación orientados al futuro.
En definitiva, la caída del desempleo a niveles históricos no es un episodio aislado, sino el resultado de políticas decididas, cooperación global y la energía de millones de personas dispuestas a reconstruir sus vidas. Aprovechar este impulso requerirá visión estratégica, inversión en talento y un compromiso firme con la igualdad.
Referencias