En un mundo donde la volatilidad y la incertidumbre se han convertido en la norma, los grandes jugadores del mercado están buscando mayor estabilidad y protección. Las carteras institucionales no son la excepción: ante riesgos de recesión, inflación persistente y cambios en las políticas monetarias, se impone la defensa como pilar estratégico.
El escenario macroeconómico global presenta desafíos múltiples: tasas de interés elevadas, valoraciones en máximos históricos y perspectivas de desaceleración en diversas economías. En este entorno, la tradicional relación “60:40” entre renta variable y fija ha mostrado sus limitaciones, dando paso a nuevas combinaciones que incorporan activos alternativos y defensivos de manera más significativa.
De hecho, el 61% de los inversionistas institucionales proyecta que una asignación 60:20:20 con alternativos superará el rendimiento de la estrategia 60:40 clásica. Esta inflexión refleja la necesidad de diversificar fuentes de retorno y mitigar la exposición a grandes fluctuaciones en acciones.
La adopción de nuevos esquemas de asignación se ha acelerado en 2025. Frente al tradicional 60:40, emergen portafolios con un 20% dedicado a activos alternativos, como private equity, deuda privada e infraestructura. Este cambio responde a dos motivos clave:
En paralelo, el 73% de los gestores muestra un optimismo renovado hacia el private equity, motivado por expectativas de recortes de tipos y un pujante flujo de operaciones en mercados privados.
Los bonos soberanos de economías desarrolladas, especialmente la deuda pública europea (con énfasis en Alemania), aparecen como refugio principal. Su calidad crediticia y protección frente a episodios recesivos los hacen una elección defensiva por excelencia. Muchos institucionales buscan ampliar la duración en esos mercados, capturando rendimientos superiores al 10% en escenarios de caída de tasas.
Además, las estrategias “core” y “core+” en renta fija mantienen relevancia, pero con un sesgo hacia instrumentos de máxima liquidez y calificación. Ante curvas de rendimiento más empinadas y riesgos crediticios latentes, priman los bonos de alta calidad.
La gestión activa en renta fija se destaca como indispensable: el 70% de los encuestados la considera esencial para navegar la volatilidad de tipos y crédito. Aunado a esto, los activos alternativos cobran mayor protagonismo:
Estas opciones ofrecen rentabilidades defensivas y diversificación, protegiendo a las carteras de la sensibilidad elevada a la inflación y los cambios de ciclo.
Entre los defensivos más destacados, figuran:
Además, la adopción de inteligencia artificial como factor defensivo ha crecido: un 65% estudia invertir en soluciones tecnológicas que potencien análisis de riesgos y optimicen la gestión de activos.
Este cuadro ilustra cómo la incorporación de alternativos aporta flexibilidad y menor correlación en el portafolio.
La divergencia en las políticas de los bancos centrales, junto con riesgos geopolíticos y cambios regulatorios, obliga a los inversionistas a mantener adaptabilidad ante eventos inesperados. Las megatendencias, como la transición energética y la inteligencia artificial, influyen en los flujos de capital y configuran nuevas áreas defensivas.
La capacidad de reequilibrio rápido y la selección activa de oportunidades permiten mitigar impactos de shocks en renta variable y crédito, garantizando una mayor probabilidad de cumplir objetivos de largo plazo.
En resumen, el 2025 demanda carteras institucionales más defensivas, diversificadas y activas. El giro hacia asignaciones 60:20:20, la apuesta por bonos soberanos de alta calidad y la creciente asignación a activos alternativos confirman un cambio de paradigma: de la simple gestión pasiva a una estrategia dinámica y protegida.
La clave radica en construir portafolios con estructura robusta, equilibrio entre liquidez y retorno y capacidad de adaptación. Solo así podrán los inversionistas institucionales navegar un entorno lleno de desafíos y oportunidades.
La defensa y la resiliencia ya no son solo conceptos, sino los pilares que definirán el éxito de las carteras en 2025 y más allá.
Referencias