En los últimos años, los activos ESG globales han logrado una presencia sin precedentes en los mercados financieros. La combinación de urgencia climática, innovación tecnológica y un mayor escrutinio de inversionistas ha generado un auge sin precedentes en los fondos verdes. Este artículo explora el crecimiento proyectado, el panorama regional, las tendencias emergentes y los retos que definen el futuro de las inversiones sostenibles.
De acuerdo con el Principles for Responsible Investment (PRI), se espera que los activos ambientales, sociales y de gobernanza alcancen los US$ 34 billones para 2026. En paralelo, el mercado de bonos verdes bate récords: en 2025 se proyecta la emisión de hasta US$ 600 mil millones, superando ampliamente los US$ 447 mil millones de 2024.
Europa lidera este dinamismo, representando cerca de 60% de las emisiones de bonos verdes. Sin embargo, Asia avanza rápida e incesantemente como un nuevo polo de crecimiento. Mientras tanto, en Estados Unidos, el flujo de capital enfrenta incertidumbres ante cambios en las políticas federales y un menor énfasis en ESG por parte de algunas instituciones.
La región latinoamericana se posiciona con un crecimiento moderado pero consistente. S&P Global Ratings estima que para 2025 la emisión de títulos sostenibles en América Latina alcanzará entre US$ 40 y 45 mil millones, lo que equivale a un 4,0%–4,5% del total global.
En Brasil, nuevas directrices para títulos ligados a la Amazonía tras la COP30 han impulsado iniciativas, aunque aún limitadas por la escala y la complejidad de medición de impactos. El programa Novo Indústria Brasil (NIB) consolidó, en un año, R$ 3,4 billones en inversiones, de los cuales R$ 1,2 billones provinieron de fondos públicos.
El enfoque en bioeconomía, descarbonización y energía renovable estimula inversiones por R$ 805,8 mil millones hasta 2033, con R$ 90,5 mil millones públicos y R$ 715,3 mil millones privados.
Se vislumbra una transición gradual hacia economías de bajo carbono, con sectores clave en plena transformación:
Además, nuevos segmentos ganan protagonismo: biocombustibles, hidrógeno verde, SAF (combustible de aviación sostenible), aerogeneradores y soluciones basadas en biodiversidad y tecnología ESG. La inteligencia artificial aplicada a la gestión ESG emerge como una tendencia clave para 2025.
Para afianzar la credibilidad de los instrumentos verdes, la regulación internacional y nacional se fortalece. Los estándares de informes y las certificaciones elevan la seguridad de los inversionistas. Se espera que los títulos azules (destinados a océanos y recursos hídricos) y aquellos ligados a la biodiversidad ganen tracción, especialmente tras la COP30 y acciones centradas en la Amazonía.
El crecimiento de estos mecanismos financieros no sólo mitiga el cambio climático, sino que genera beneficios colaterales como:
Programas de vivienda social, como “Minhas Casa, Minha Vida”, ahora incorporan paneles solares, reduciendo costos de energía y mejorando la calidad de vida en comunidades vulnerables.
El proyecto Mejuruá, liderado por BR ARBO Gestión Forestal, ilustra el impacto de la inversión verde. Con fondos destinados al reforestamiento de áreas nativas, no sólo se capturan millones de toneladas de CO₂, sino que se protegen especies y se impulsa la economía local mediante empleos sostenibles.
Otras empresas pioneras en hidrógeno verde y almacenamiento eficiente de energía consolidan proyectos emblemáticos que podrían redefinir el sector energético en la próxima década.
Pese al dinamismo, persisten obstáculos. La escala de títulos para la Amazonía aún es modesta debido a la complejidad en la medición de resultados y la confianza del mercado. Además, la desaceleración de reducción de emisiones en países como Chile y las incertidumbres regulatorias en Estados Unidos amenazan el flujo constante de capital.
No obstante, el consenso global apunta a que la inversión sostenible marcará el ritmo de la reconstrucción económica post-pandemia, alineando intereses financieros con la preservación del planeta. La colaboración entre gobiernos, sector privado y sociedad civil será clave para escalar proyectos y garantizar un impacto real y medible.
El crecimiento de las inversiones verdes representa una oportunidad histórica para redirigir miles de millones de dólares hacia proyectos que no sólo generan retornos económicos, sino que también protegen el medio ambiente y promueven el desarrollo social. Con una regulación más sólida, innovaciones tecnológicas y un compromiso compartido, el futuro de la economía global puede ser verde y próspero para todas las regiones.
Referencias