En muchas economías emergentes, la informalidad empresarial se ha convertido en un fenómeno generalizado. Millones de pequeños negocios operan fuera del registro oficial, sin acceso a servicios financieros y atrapados en ciclos de baja productividad. Esta realidad no solo frena el crecimiento de emprendedores, sino que también amplía las brechas de desigualdad y debilita la estabilidad económica de los países.
En este artículo exploraremos las raíces de la informalidad, sus consecuencias en el acceso al financiamiento y las propuestas concretas para impulsar la formalización. Nuestra meta es brindar herramientas prácticas y una visión inspiradora para empresarios, autoridades y entidades financieras dispuestas a transformar este desafío en oportunidad.
La informalidad empresarial se refiere a aquellas unidades de negocio que operan sin registrarse ante las autoridades, eludiendo obligaciones fiscales y laborales. Existen dos grandes categorías:
Este fenómeno afecta de manera desproporcionada a emprendimientos pequeños: mientras las compañías formales promedian 126 empleados, los negocios informales rondan apenas cuatro personas. Además, su ingreso per cápita llega a ser un 46% inferior que el de sus pares formalizados.
Varios factores impulsan la proliferación de negocios informales:
Estos elementos generan un círculo vicioso: la empresa elude regulaciones para reducir gastos, pero esa misma condición le impide crecer y mejorar su productividad.
La brecha de productividad entre empresas formales e informales puede alcanzar un 75% a nivel emergente. Sectores como la minería muestran diferencias de hasta 41 veces, mientras en manufactura y construcción se registran brechas de 11 y 10 veces respectivamente. Este desfase limita de manera directa la capacidad de inversión.
Sin un registro formal, los emprendedores carecen de historial crediticio confiable, no reúnen garantías y son percibidos como de alto riesgo. En consecuencia, las instituciones financieras restringen el acceso a préstamos, líneas de crédito y productos preferenciales.
La falta de acceso al financiamiento genera múltiples costos implícitos:
El impacto va más allá de las empresas. Los trabajadores informales tienen hasta cinco veces más probabilidad de vivir en pobreza que los empleados formales. Además, los gobiernos pierden ingresos tributarios y deben aumentar gasto social para compensar la desigualdad.
En Lima, un grupo de cinco artesanos textiles trabajaba desde sus casas, sin registro ni acceso al sistema bancario. Tras participar en un programa de apoyo público, accedieron a capacitación para formalizarse, obtuvieron microcréditos y hoy exportan a mercados internacionales. Su historia demuestra que el acompañamiento técnico especializado puede transformar vidas y comunidades.
En Medellín, un joven emprendedor en tecnología decidió asociarse con una fintech local que ofrecía créditos sin aval tradicional, valorando sus ventas digitales. Con ese financiamiento, amplió su equipo y lanzó una aplicación que facilita la gestión de inventarios a comerciantes de barrio. La innovación financiera se convierte así en un puente hacia la formalidad y el crecimiento sostenible.
Para impulsar un entorno inclusivo y productivo, es esencial adoptar un enfoque integral:
La informalidad no es solo un reto económico, sino un asunto de justicia social. La falta de financiamiento atrapa a los emprendedores en ciclos de subsistencia, impide la innovación y perpetúa la desigualdad. Sin embargo, una estrategia conjunta—que combine políticas públicas inteligentes, productos financieros innovadores y formación continua—puede transformar esta realidad.
Gobiernos, bancos, fintech, organizaciones de la sociedad civil y empresarios tienen un rol crucial: crear ecosistemas de confianza, derribar barreras y abrir puertas a quienes sueñan con llevar su negocio al siguiente nivel. Solo así construiremos sociedades más prósperas, resilientes e inclusivas, donde cada idea tenga la oportunidad de florecer.
Referencias