En 2025, las decisiones de política monetaria han llevado las tasas a cifras no vistas desde hace más de veinte años, impactando la vida de millones de personas.
Las tasas de interés han subido paulatinamente desde principios de 2022 hasta alcanzar los niveles más altos de los últimos 23 años. A inicios de 2025, la tasa hipotecaria fija a 30 años en EE. UU. tocó el 6.91%, superando la media de inicios de 2024 que se situaba en el 6.6%.
Durante el otoño de 2023, los préstamos hipotecarios rondaron el 8%, y desde entonces se han mantenido constantes entre el 6% y el 7%, generando cierta estabilidad, aunque en niveles elevados respecto a la última década.
El incremento de las tasas responde sobre todo a la necesidad de combatir la inflación de forma efectiva. En mayo de 2024, la inflación en EE. UU. alcanzó el 3.3%, muy por encima del objetivo del 2% establecido por la Reserva Federal (Fed).
Adicionalmente, existen factores estructurales que presionan hacia tasas más altas:
Tras llevar las tasas a máximos de 23 años, la Fed inició en 2024 un proceso de reducciones muy moderadas, pero las proyecciones siguen apuntando a un nivel elevado hasta 2026.
Se espera que en 2025 solo se realicen dos recortes, situando la tasa clave en un rango de 3.75% a 4.00%. Al mismo tiempo, la proyección de la tasa de largo plazo subió de 2.5% a 2.6%, y algunos responsables consideran posible mantener tasas por encima del 3% a futuro.
El alza de las tasas encarece los préstamos para vivienda, automóviles y crédito al consumo, limitando la capacidad de endeudamiento de familias y empresas. Esto, a su vez, frena la inversión en proyectos personales y corporativos.
Para quienes sueñan con comprar su primera vivienda, el acceso a un hogar asequible se torna más complejo, con cuotas mensuales que se disparan y financiación más restrictiva. La desigualdad económica puede acentuarse si los precios de la vivienda siguen subiendo mientras los ingresos no crecen al mismo ritmo.
La prolongación de tasas elevadas podría generar inestabilidad en bancos vulnerables, especialmente aquellos con carteras de crédito de mayor riesgo. En los mercados emergentes, el encarecimiento de la deuda externa agrava las tensiones fiscales y sociales.
Si la inflación no cede o el crecimiento se estanca, existe peligro de caer en un escenario de estanflación prolongada, donde los precios suben y la actividad productiva no repunta, con posible deriva hacia crisis bancarias y sociales similares a ciclos anteriores.
Ante este panorama, tanto hogares como empresas pueden adoptar medidas para mitigar el impacto:
Además, es vital mantener una visión de largo plazo y ajustar las expectativas, entendiendo que el ciclo de tasas altas responde a desafíos globales y estructurales.
Involucrarse en la educación financiera, buscar asesoramiento profesional y diversificar fuentes de ingreso son acciones que pueden fortalecer la resiliencia ante movimientos bruscos de política monetaria.
En última instancia, aunque las tasas de interés más altas en una década representan un reto, también ofrecen la oportunidad de revaluar prioridades financieras, reforzar la disciplina del ahorro y prepararse para un futuro con mayor control y estabilidad.
Referencias