El crecimiento económico global, aunque positivo, ha entrado en una fase de ralentización que contrasta con un sentimiento inversor cada vez más pesimista. Las previsiones para 2025 apuntan a un avance inferior al umbral del 2,5% considerado mínimo para evitar síntomas recesivos, pero los índices de volatilidad y de incertidumbre se han disparado, generando un clima de desconfianza que parece desalineado con los datos macroeconómicos fundamentales.
Las estimaciones más optimistas sitúan el crecimiento mundial en torno al 2,7% para 2025, mientras que proyecciones conservadoras hablan incluso de un 1,9%. En todos los casos, estos guarismos representan un retroceso frente a los niveles previos a la pandemia y apuntan a un escenario donde las economías deberán adaptarse al nuevo ritmo de expansión moderada sin sacrificar la estabilidad financiera.
Paralelamente, el Índice de Incertidumbre de Política Económica alcanzó recientemente su cota más elevada del siglo, y el VIX, conocido como “índice del miedo”, registró su tercer pico histórico, reflejando elevados índices de incertidumbre y volatilidad. Estos fenómenos han alimentado la percepción de riesgo y han generado movimientos bruscos en los mercados.
El desequilibrio entre cifras económicas y psicología de mercado obedece a múltiples razones, muchas de las cuales tienen raíces geoeconómicas y políticas. A continuación, se resumen los principales factores que explican la brecha entre crecimiento y percepción:
Estos elementos interrelacionados han mermado la confianza de inversores tanto institucionales como particulares, incrementando la cautela en operaciones a mediano y largo plazo. La percepción de una economía global más débil se ha reforzado con correcciones abruptas en los mercados de renta variable y con periodos de alta dispersión en los rendimientos de bonos.
Aunque el crecimiento del PIB mundial se mantiene en positivo, y algunos países muestran resiliencia, el sentimiento inversor no logra alinearse con estos resultados. El contraste es notable en economías como Estados Unidos, que a pesar de liderar las tasas de expansión entre los países avanzados, sufre una fuerte erosión de confianza debido a cambios en políticas arancelarias, presiones inflacionarias y incertidumbre sobre futuras medidas monetarias.
Un ejemplo paradigmático está en la minería de cobre en Chile y Perú. Aunque la bonanza de precios de materias primas ha beneficiado en apariencia a ambas economías, el crecimiento del PIB no ha seguido el mismo ritmo debido a retos estructurales, regulatorios y sociales que limitan la transformación de los ingresos en desarrollo interno. Estas dinámicas sectoriales retratan un desajuste que va más allá de los simples números macro.
Para ilustrar estas discrepancias, se presenta un resumen de las principales proyecciones económicas:
Si la marcha moderada del crecimiento se consolida y persiste el clima de incertidumbre, podríamos enfrentar distintas trayectorias. A continuación, se describen tres escenarios que ayudarán a visualizar posibles desenlaces:
Cada uno de estos escenarios plantea retos y oportunidades para inversores y responsables de políticas públicas. La capacidad de adaptarse a la volatilidad, así como la estrategia de diversificación de carteras, serán elementos claves para navegar en este contexto.
Para reducir el desacople claro entre crecimiento y sentimiento, es esencial adoptar un enfoque integral que combine reformas estructurales, comunicación transparente y coordinación multilateral. Algunas recomendaciones prácticas son:
Estas acciones ayudarán a reconstruir la confianza de inversores al mitigar riesgos percibidos y alinear las expectativas con los indicadores reales de actividad económica. En última instancia, el diálogo constante entre sectores público y privado será determinante para cimentar un entorno financiero más predecible y resiliente.
El desacople entre crecimiento y sentimiento inversor refleja una coyuntura donde las percepciones emocionales y la incertidumbre pesan más que los datos macroeconómicos positivos. Comprender las causas profundas de esta brecha es el primer paso para diseñar políticas y estrategias que fomenten un entorno más estable y predecible.
Solo a través de un diálogo fluido entre gobiernos, instituciones financieras y el sector privado, se podrán implementar las medidas necesarias para que el crecimiento tangible se traduzca en un clima de inversión saludable y sostenible para el futuro.
Referencias